El montaje de Gilbert Deflo con espléndida escenografía y exuberante vestuario, ambos a cargo de William Orlandi, es un regalo para la vista. Fabuloso ese primer cuadro, luminoso, primaveral, con el parque, el paseo, esos niños que juegan a ser soldados que revelan la clara influencia de la Carmen de Bizet en dicha escena. Elegantísima la pastoral y qué decir de la habitación de la Condesa, la propia de una gran señora de la época en la Rusia zarista, con sus exuberantes vestidos y una cama con espectacular dosel.