El protagonista del drama, Canio, fue encarnado por el argentino Nacho Guzmán, que posee una de esas reconocibles voces de tenor pundonorosas, en las que se aprecia el esfuerzo vocal algo más de lo deseable, pero que cumplen, resuelven y se enfrentan a esos temidos agudos con arrojo y buen resultado. Interpretó su complejo papel con grandes dosis de emoción, sobre todo en la esperadísima aria “Ridi, pagliaccio”, que cantó con gusto y delicadeza, pero que se vio ligeramente eclipsada por una orquesta no lo suficientemente bien balanceada.
Entrando en la función que motiva este artículo he de decir que me pareció, en general, una función bastante limitada, con algún elemento positivo. Lo mejor, con diferencia, la voz de la joven Ana Sagastizabal, una soprano de limpia emisión, con volumen adecuado y estilísticamente acertada, una cantante a la que me gustaría tener la oportunidad de volver a escuchar. Su alter ego, el patrón
En el resto de los papeles muy bien el Monostatos de Josu Cabrero...